Lección 26: Una Carta para una Señora

Lección 26: Una Carta para una Señora

Pasaje Bíblico: 2 Juan 1:1
Incluso en el saludo inicial de esta carta, seremos animados con la verdad de que sin importar cuales sean nuestras circunstancias o desafíos, podemos encontrar fortaleza en nuestra identidad como escogidos en Cristo y permanecer firmes en las promesas de Dios.

Introducción

Se dice que, tal vez, nada revela más el carácter, la disposición y la perspectiva de la vida de una persona que su correspondencia privada.

Ya sea una carta, un correo electrónico o un mensaje de texto, la forma en que escribimos y lo que escribimos tiene una forma de revelar quiénes somos. Y lo que realmente queremos.

Como la niña que escribió al presidente Gerald Ford a finales de los años 70. Esta carta se encuentra en la biblioteca del presidente Ford ya que fue una de sus favoritas. Dice:

Estimado Sr. Ford,

Las madres y los padres tienen el Día de la Madre y el Día del Padre, entonces, ¿por qué no podemos tener el día de los niños? POR FAVOR, permítanos tener un día del niño.

Atentamente,

Stacy

Aquí hay otra nota escrita a mano para un presidente – en este caso, el presidente Franklin Roosevelt – de parte de un niño de 12 años que vivía en Cuba.

Él escribió pidiéndole un billete de diez dólares y prometió que luego le diría al presidente dónde estaban ubicadas las minas de hierro en la isla para ayudarle a construir sus barcos de guerra. Roosevelt no le respondió. Diecinueve años más tarde, ese niño de doce se apoderó del país de Cuba… su nombre era Fidel Castro… y por cierto, nunca recibió su billete de $10 dólares.

Retrocediendo aun más en la historia, encontramos que una niña llamada Grace le escribió a Abraham Lincoln, quien en ese momento se postulaba para la presidencia. Su breve carta decía:

Estimado señor,

Solo tengo 11 años, pero quiero que usted sea el presidente de los Estados Unidos. Tengo cuatro hermanos y algunos de ellos votarán por usted, pero si se deja crecer el bigote, intentaré que el resto vote por usted.

Se vería mucho mejor con bigotes porque su cara es muy delgada. A todas las mujeres les gustan y convencerían a sus maridos de que también voten por usted.  No debo escribir más… responda esta carta de inmediato.

No sabemos si su carta marcó la diferencia; lo que sí sabemos es que Lincoln se quedó con la carta y, unas semanas después, se dejó crecer la barba.

Hay algo personal… y poderoso. . . y emotivo en cuanto a una carta personal escrita a mano, incluso en nuestros días donde predomina el correo electrónico, los mensajes de texto y twitter.

El Autor de la Postal Inspirada

Quiero invitarlo, querido oyente, a que abra su Biblia en una carta como esas, preservada por el Espíritu de Dios y ubicada cerca del Libro de Apocalipsis. La llamamos, La Segunda Carta de Juan.

Esta es una carta privada del apóstol Juan, en donde le escribe a una mujer anónima. De hecho, la carta es tan privada y tan personal, que el Apóstol ni siquiera comienza escribiendo su nombre o el nombre de esta mujer.

Simplemente comienza diciendo,

El anciano a la señora elegida… (2 Juan 1a)

Aunque su nombre no está escrito en esta carta, prácticamente no hay duda de que el Apóstol Juan es el autor. De hecho, 8 de los 13 versículos de esta postal son casi idénticos a algunos versículos que encontramos en 1 Juan.[i]

Este es el vocabulario y el estilo de Juan.

Para cuando Juan escribe esta pequeña postal, él es el último apóstol sobreviviente – uno de los doce hombres elegidos originalmente por el Señor como Sus discípulos y luego comisionados como apóstoles para liderar la iglesia primitiva.

También, note que Juan usa un término traducido, anciano, presbuteros en griego, para referirse a si mismo. Ese término se había utilizado para describir a los líderes de la iglesia durante los últimos 30-40 años.[ii]

Él está escribiendo esta postal cuando tiene alrededor de 90 años, y él vivirá casi una década más.[iii]

Juan fue uno de los ancianos que sirvió en la iglesia en Éfeso, donde vivió el resto de su vida, aunque su liderazgo, su función pastoral, se extendió mucho más allá de Éfeso.

Por cierto, no pase por alto esta evidente realidad. Lo que me sorprende de estas primeras palabras en esta carta es que Juan todavía está escribiendo para animar a sus hermanos y hermanas en la fe cuando tiene 90 años.

Puede que no hubiera sido lo suficientemente fuerte para estar de pie y predicar o viajar, pero aún podía escribir…. ¡y si que escribió! Él nunca dejó de servir al Señor de cualquier manera que pudiera.

La otra observación que me llama la atención es que Juan no se presentó a sí mismo como el Apóstol. Por qué no empezar, “El Apóstol… a la señora elegida” Podría haberlo subrayado y escrito en mayúsculas. Podría haber escrito algo como, “El último apóstol viviente” o “Uno de los doce apóstoles originales” o “El líder fundador de la Iglesia en Éfeso y muchas más”.

¿Por qué no? Porque a Juan no le gusta imponer su autoridad y destacar su importancia. En lugar de volverse egocéntrico, engreído y buscar promoverse a si mismo, Juan está satisfecho con que lo conozcan por el simple titulo de anciano.

Evidentemente, la iglesia en general le había dado ese título, una descripción que llegó a convertirse en su apodo… un título de cariño que enfatizaba su amor pastoral y su sabiduría y su disponibilidad para guiar, enseñar y dirigir a pastores y congregaciones por igual… lo suficientemente disponible como para escribir una pequeña postal para alentar a una persona.[iv]

Y ¿sabe que?, realmente no creo que Juan sabía que hoy estaríamos analizando y exponiendo cada palabra y cada frase de su breve nota. Al igual que la carta privada de Pablo a Filemón, no creo que Juan tenía idea del alcance y el impacto que llegaría a tener esta postal en todo el mundo durante siglos.

Pero incluso si ese hubiera sido todo su alcance – si nunca había ido más allá de la casa de esta mujer – en lo que a Dios respecta, y el apóstol Juan también, escribirle solo a esta persona habría valido la pena el esfuerzo.

Ella habría valido la pena.

¿Qué hubiera pasado si el presidente Roosevelt le hubiera contestado a Fidel Castro? o si Roosevelt hubiera sido un creyente comprometido y le hubiera escrito una nota y le hubiera dicho algo como: “Querido Fidel, te envío ese billete de $10 que querías junto con una Biblia. He subrayado varios versículos para que los leas. Que descubras esos versículos será mucho más importante que yo descubra las minas de hierro más grandes del mundo. Escríbeme si quieres saber más en cuanto a esto.

¿A quién estamos ignorando nosotros? ¿Qué relaciones estamos descuidando?

Tome este ejemplo del apóstol Juan en serio. Si usted es propenso a escuchar la mentira que le susurra en su corazón que no eres importante en la iglesia o para la iglesia porque no tiene un puesto, un título o un púlpito. De hecho, lo único que parece hacer bien en estos días es escribir notas de aliento a algunas personas… y esa voz susurra: “Vamos, ¿eso es todo?”

Si esa es la mentira de la Serpiente que perturba tu espíritu, échele otro vistazo al testimonio de este anciano apóstol Juan.

Él tenía todos los títulos, todos los elogios. Él había predicado a multitudes, realizado milagros con poder sobrenatural; Dios lo usó de manera especial en el inicio de la era de la iglesia. Fue uno de los pocos que dirigió, orquestó y organizó el desarrollo de la primera mega iglesia en la historia de la iglesia. Él escribió gran parte del Nuevo Testamento: el Evangelio de Juan, el Libro del Apocalipsis y estas tres cartas. Él tuvo el privilegio de tener recorrido personal y guiado por la asombrosa belleza del trono de Dios y las glorias de la Ciudad Celestial.

Ahora, ¿Qué gran cosa estás haciendo por Dios, Juan? ¿Que grandes cosas estas haciendo ahora?

“Le estoy escribiendo una nota a una madre que necesita orientación y aliento”.

Querido creyente, usted nunca es demasiado grande para hacer algo pequeño; nunca es demasiado grande para escribir algo pequeño.

Y piense en esto: Dios no preservó para nosotros ni uno solo de los bosquejos o manuscritos de los sermones de Juan… pero Dios decidió preservar esta pequeña nota de Juan para una creyente anónima.

Y simplemente comienza diciendo, El anciano a la señora elegida.

El Destinatario de la Postal

¿Quién fue el destinatario de esta postal del primer siglo?

¿Me creería si le dijera que hay al menos seis opiniones diferentes sobre quién era ella? No se puede imaginar el tiempo que pasé leyendo a unos 49 autores y expertos diferentes en el campo, examinando la evidencia de estas seis opiniones.

No lo aburriré con todos los detalles, pero es importante responder a esta pregunta, no sea que tengamos una interpretación defectuosa que nos lleve a una aplicación defectuosa.

Aquí están los diferentes puntos de vista:

  • ¿La Señora es una Metáfora de la Iglesia?

Las dos primeras opiniones son que esta señora es una metáfora que representa a la iglesia universal o que es una metáfora que representa una iglesia local anónima.

El problema con estos puntos de vista es que Juan hace comentarios bastante personales que solo tienen sentido si él le estuviera escribiendo a una persona. Juan menciona sus hijos, su casa, su hospitalidad, su hermana y los hijos de su hermana.

Si convertimos esta carta en una larga metáfora, entonces los hijos de esta señora representarían a los creyentes de la iglesia.

Sin embargo, en el Nuevo Testamento, mientras que a la iglesia se la describe con terminología femenina y como la esposa de Cristo (Efesios 5:25 y Apocalipsis 21), no hay ni siquiera una insinuación y menos una referencia a que la iglesia es la madre o como una madre de los creyentes. Los cristianos nunca se consideran hijos de la iglesia.

La iglesia no puede dar a luz hijos espirituales; de hecho, la iglesia no puede producir vida espiritual; solo Dios puede hacer eso. A todos los que reciben a Cristo, escribe Juan en su Evangelio, se les da el derecho de convertirse en hijos de Dios (Juan 1:12).

  • ¿La Señora es María?

El tercer punto de vista es que esta dama era una mujer real y su nombre era María.

Algunos de los antíguos líderes de la iglesia llegaron a esa conclusión de manera bastante ingeniosa. Ya que la palabra traducida “elegida” se puede traducir también como “eminente,” y dado que no había mujer más eminente que María, la madre de Jesús, esta obviamente debía ser una carta para María.

Sin embargo, ya que Juan tenía unos 90 años cuando escribió esta carta y María era mucho mayor que él, es muy poco probable que ella todavía estuviera viva. Hacía mucho tiempo ya que había desaparecido de cualquier registro en las Escrituras.

  • ¿La Señora es Marta?

El cuarto punto de vista es que ella era una mujer real y su nombre era Marta.

Nuevamente, algunos de los líderes de la iglesia primitiva sabían que la palabra traducida “señora”, en el idioma arameo, también es un nombre propio: Marta. Pero Juan también lo sabía, y el mayor problema con esa opinión es que Juan no está escribiendo esta carta en arameo.

  • ¿La Señora es Electa?

Un quinto punto de vista es que ella era una mujer real llamada Electa.

Nuevamente, note la palabra traducida “elegida”. Viene del griego eklekte. Esta palabra podría formar el nombre propio Electa, por lo que algunos sostienen que Juan escribió esta carta para a una señora llamada Electa.

El problema con este punto de vista es que, en el texto griego, la palabra que Juan eligió es un adjetivo, no un nombre propio, y evidentemente Juan entendía la gramática y cómo escribir un nombre propio.

Este punto de vista me pareció bastante divertido. Especialmente cuando leemos en el versículo 13, que Juan termina esta carta diciendo:

los hijos de tu hermana la elegida te saludan. (2 Juan 13)

Allí, Juan usa la misma palabra, eklekte, elegida, para referirse a la hermana de la señora a quien está escribiendo… lo que significaría que el nombre de la hermana de Electa también tendría que ser Electa. Lo que significa que a su madre le gustaba mucho el nombre Electa o tenía muy mala memoria: “Ya sé que le puse Electa a tu hermana mayor, pero me gusta ese nombre, así que deja de quejarte, Electa”.

Bueno, al menos a mi me pareció divertido.

  • La Señora es una Mujer Fiel y Anónima.

Finalmente, la sexta opinión es que ella era una mujer fiel cuyo nombre no se menciona en la carta.[v]

En otras palabras, la palabra elegida debe tomarse como un adjetivo y puede significar excelente o eminente o fiel; y la palabra señora simplemente significa “señora”.

Hemos dedicado bastante tiempo a considerar estas seis opiniones, así que permítame concluir ese tema al decirle cual creo que es la opinión correcta.

De hecho, permítame darle una traducción literal de esta frase que responde a esa pregunta. Es posible que quiera conseguir un lápiz y anotarlo… así es como debería leerse:

El anciano a la señora elegida… (2 Juan 1a)

En otras palabras, no se nos dice su nombre, pero se nos dice que es una creyente fiel.

La palabra traducida “elegida” aquí, seguramente la habría animado al no solo saber que ella no había sido olvidada como una viuda – como una madre que probablemente crio a sus hijos sola – no solo no ha sido olvidada, sino que ha sido elegida por Dios desde antes de la fundación del mundo.

Y no solo eso, sino que las cosas que le habían sucedido en su vida habían sido elegidas soberanamente por el Señor.

La única otra vez en el Nuevo Testamento que encontramos esta palabra “elegida” siendo usada de la misma manera – es decir, describiendo a un individuo, se encuentra en Romanos 16:13 donde Pablo escribe:

Saluda a Rufus, escogido en el Señor (Romanos 16:13).

La palabra “escogido” aquí describe alguien que tiene una excelente reputación; un siervo fiel y escogido de Cristo.[vi]

Entonces, quienquiera que fuera esta madre anónima, en alguna iglesia anónima en algún lugar del mundo, A ella se la conocía como una sierva escogida de Cristo. No se nos dice nada acerca de lo que hizo que terminó dándole ese tipo de reputación… sólo se nos dice que ella era así.

…Una mujer conocida por su testimonio fiel; una madre que trató de transmitir su influencia piadosa a sus hijos; la implicación es que ahora es viuda.

Más adelante aprenderemos que algunos de sus hijos caminaban con Dios y otros no.

Entonces, cuando entendemos correctamente quien era el destinatario de esta carta, vemos que Juan está escribiéndole:

  • a una mujer literal – una madre de verdad – con hijos de verdad (v. 1 y v. 4).
  • a una mujer real con una casa real (v.10).
  • que tiene una hermana y sobrinos de verdad (v. 13).

Cuando tenemos la perspectiva correcta en cuanto a la identidad de esta señora, podemos entender correctamente las lecciones que el Señor quiere que apliquemos a nuestra propia vida.

Esta es una breve carta escrita a una mujer piadosa y a sus hijos.[vii]

Y Juan quiere que sepan que él los ama a todos ellos.

Note el resto de esta frase inicial:

El anciano a la señora elegida y a sus hijos, a quienes yo amo en la verdad. (2 Juan 1)

Juan no está siendo indiscreto aquí. Él no está escribiendo una carta romántica. Él le dice que la ama a ella y a sus hijos también – él los ama a todos ellos.

Y continúa escribiendo: los amo en la verdad. Esa expresión, en la verdad, es como cuando decimos hoy, “en el Señor”. Te amo en el Señor. Te amo porque pertenecemos al Señor. Somos familia.

Y Juan la anima aún más recordándole en el resto del versículo – evidentemente un recordatorio que necesitaba escuchar:

El anciano a la señora elegida y a sus hijos, a quienes yo amo en la verdad; y no sólo yo, sino también todos los que han conocido la verdad (2 Juan 1).

En otras palabras, Juan está recordándoles a esta señora cristiana y a sus hijos que no están solos. Son miembros de la familia de Dios.[viii]

Aplicación

Permítame concluir nuestro estudio de hoy dándole dos principios que podemos aplicar a nuestra vida.

  • Primero, algunas cosas permanecen firmes y nunca cambian con el tiempo.

Juan le recuerda a esta señora, y a nosotros también, de algunas verdades inmutables como que Dios, en su soberanía, la ha escogido; que Él tiene un plan soberano para ella; que la verdad de Dios nunca cambia. Él le recuerda del amor que sustenta y apoya la comunidad de los hijos de Dios. Esas son cosas que nunca cambian con el tiempo.

  • En segundo lugar, podemos tener esperanza aún cuando algunas cosas cambian con el pasar del tiempo.

Imagínese cómo su vida había cambiado. Póngase en sus zapatos e imagine cómo habría pensado que sería su vida como esposa y madre y cuánto había cambiado todo con el tiempo. Piense en la cultura en la que estaba. Estaba cambiando tan rápido como si fueran arenas movedizas, queriendo enterrarla a ella y todo lo que importaba en su vida.

  • ¿Criar hijos piadosos? ¡Sería una tarea imposible!
  • ¿Liderar una casa llena de responsabilidades sin un esposo a su lado? Eso sería agotador y desalentador.
  • ¿Poner pan sobre la mesa? Eso sería un desafío diario.
  • ¿Llegar a fin de mes y encontrar esperanza para el futuro? Esa sería una batalla sin fin.

Pero de pronto escucha que alguien llama a la puerta… y recibe una postal en sus manos… una postal de parte nada menos que el gran anciano de la iglesia… un viejo, sabio y anciano apóstol Juan.

Vaya si no leería esta carta una y otra y otra vez.

Conclusión

Mary Cushman recordaría estas mismas verdades. La Depresión de la década de 1930 había devastado a su familia. El sueldo promedio de su esposo era de $18 dólares a la semana, pero se había enfermado y la mayoría de las veces no podía trabajar. Además de cuidar a sus cinco hijos, vestirlos con ropa donada, no podía llegar a fin de mes. Añadió a su ya agotador día, trabajar lavando y planchando ropa ajena para ganar algunos centavos más. El almacén local finalmente dejó de fiarles cuando su factura alcanzó los 50 dólares. Y luego descubrieron a uno de sus hijos robando comida en esa tienda.

Con eso, su última pizca de esperanza se había ido.

Ella escribió: No veía ninguna esperanza. Llevé a mi pequeña hija de cinco años a mi habitación conmigo. Cerré las ventanas y tapé las grietas con papel y trapos. Luego encendí el calefactor a gas que teníamos en el dormitorio, pero no prendí el fuego. Mientras me acostaba en la cama con mi hija a mi lado, le dije que íbamos a tomar una pequeña siesta.

Luego cerré los ojos, escuchando el gas que salía de ese pequeño calefactor. Nunca olvidaré el olor de ese gas. Empecé a quedarme dormida.

De repente pensé que escuchaba música. Me detuve a escuchar. Me había olvidado de apagar la radio en la cocina. Escuché que alguien cantaba un himno antiguo. La letra decía:

¿Vive el hombre desprovisto
De paz, gozo y santo amor?
Esto es porque no llevamos
Todo a Dios en oración.

Mientras escuchaba ese himno, me di cuenta del trágico error que estaba cometiendo. Había intentado luchar mis terribles batallas sola. Salté de la cama, cerré el gas, abrí la puerta y las ventanas… justo a tiempo.

Comencé a agradecer a Dios por todo lo que me había dado. . . todo lo que había dado por sentado. Niños mal alimentados y mal vestidos, pero tenía hijos; un marido enfermo e incapaz de trabajar, pero tenía un marido con quien compartir mi vida; un futuro sin respuestas ni recursos financieros, pero un futuro en el que Dios cumpliría sus promesas y nos acompañaría y ayudaría en medio de nuestros problemas.[ix]

Las primeras palabras de Juan en esta pequeña postal sirven para animar a esta señora – su hermana en Cristo – diciéndole: Recuerda, tú perteneces a Cristo; lleva tus necesidades y tus cargas y tus anhelos y tus esperanzas y tu futuro… a la verdad que conoces en Cristo.

No vamos a ignorar tus problemas… simplemente no te aferres a ellos… por el contrario mantente firme en las promesas del Señor.

 

Este manuscrito pertenece a Stephen Davey, predicado el 2019

© Copyright 2019 Stephen Davey

Todos los derechos reservados

 

 

[i] Life Application Bible Commentary (Tyndale, 1998), p. 123

[ii] Robert W. Yarbrough, Baker Exegetical Commentary: 1-3 John (Baker Academic, 2008), p. 330

[iii] Adapted from David Guzik, Enduring Word Commentary Series: 1-3 John & Jude (Enduring Word, 2005), p. 103

[iv] Gary W. Derickson, Evangelical Exegetical Commentary: 1, 2 & 3 John (Lexham Press, 2014), p. 591; Twenty-First Century Biblical Commentary Series: First, Second, Third John & Jude (AMG Publishers, 2003), p. 96

[v] Donald W. Burdick, The Epistles of John (Moody Press, 1970), p. 101; The Expositor’s Bible Commentary, Volume 13 (Zondervan, 2006), p. 513; Kenneth S. Wuest, Wuest’s Word Studies: In These Last Days (Eerdmans, 1954), p. 199

[vi] Joseph Thayer, Greek-English Lexicon of the New Testament (Mott Media, 1977; reprint 1901), p. 197

[vii] Adapted from Warren W. Wiersbe, Be Alert (David C Cook, 1984), p. 123

[viii] John Phillips, Exploring the Epistles of John (Kregel, 2003), p. 193

[ix] Adapted from Max Lucado, Unshakable Hope (Thomas Nelson, 2018), p. 124