Lección 27: Cuando Nada Parece Durar

Lección 27: Cuando Nada Parece Durar

Pasaje Bíblico: 2 Juan 2-3.
En nuestra cultura donde abunda el relativismo moral, “la verdad” se define como “su verdad” o “mi verdad” pero nunca es “la verdad” absoluta. Sin embargo, como creyentes, podemos descansar en el conocimiento de que hay una verdad determinada por Dios. Su verdad permanece para siempre transformándonos a través de su misericordia, gracia y paz.

Introducción

El dios romano llamado Vulcano era uno de los dioses más antiguos según su mitología y era adorado como el dios del fuego. Las personas generalmente no le prestaban mucha atención hasta finales de agosto, cuando las temperaturas en Europa subían mucho, los graneros estaban llenos con la cosecha y un incendio sería devastador.

El mundo romano celebraba a Vulcano con un festival el 23 de agosto. Durante el festival, se hacían grandes hogueras en su honor, con la esperanza de satisfacerlo y así no quisiera hacer llover fuego y consumirlos.

Pero en el año 79 d.C., el 24 de agosto, el día después de este gran festival celebrado en honor del dios del fuego, irónicamente, el volcán Vesubio entró en erupción. Las tormentas de fuego de esta erupción envolverían ciudades y pueblos a más de 150 kilómetros de distancia mientras el fuego, el humo y las cenizas se extendían por el cielo.

Hasta este momento de la historia, la palabra volcán ni siquiera existía. Pero después de esta explosión de fuego, que la gente asumió estaba relacionada con el hecho de que Vulcano evidentemente no estuvo contento con el festival el día anterior, crearon la palabra Volcán en su honor.

La lava que fluyó a uno 160 kilómetros por hora enterró una ciudad cercana llena de gente que ni siquiera tuvo el tiempo suficiente para correr por sus vidas. El nombre de esa ciudad era Pompeya.

Pompeya quedaría enterrada durante siglos bajo piedra pómez y ceniza volcánica. Cuando finalmente se excavó, se descubrió que la erupción había prácticamente congelado en el tiempo esta ciudad romana. De hecho, Pompeya nos ha dado una de las descripciones más detalladas de la vida en la Roma del primer siglo.

Y no era una escena muy agradable.

De hecho, cuando un explorador del siglo 17 descubrió por primera vez algunas de las ruinas de la ciudad, encontró pinturas, estatuas y monumentos tan inmorales, y pervertidos que las mantuvo en secreto y las cubrió de nuevo donde permanecieron ocultas durante otros 100 años.

En el siglo 18 se iniciaron las excavaciones. . . y esta ciudad, congelada en el tiempo, proporcionó suficiente información, artefactos y vestigios de la vida en la Roma del primer siglo como para llenar depósitos y museos.

Escritas en una pared en el mercado de Pompeya están estas palabras de lamento, evidentemente de alguien que vivió allí y se había cansado de perseguir el placer y la riqueza:

“El sol después del esplendor del día se hunde en el océano; la luna después de mostrarnos su plena luz se desvanece. De la misma manera la angustia del amor acaba en un soplo de viento. Todas las cosas se acaban”.[i]

Esto estaba escrito en una pared que, irónicamente, se encontraba al lado de una calle llamada Abundancia. Como si estuviera diciendo, “lo tengo todo… pero todo lo que tengo parece deslizarse entre mis dedos.”

Dos pensamientos dominaban este mundo romano y dominan nuestro mundo hasta el día de hoy:

Número 1: el miedo al futuro: nunca se sabe lo que podría suceder.

Número 2: nada parece durar, ¡así que es mejor que vivas para ti mismo y te aferres todo lo que puedas mientras estás vivo!

El Vesubio fue, para el mundo romano, lo que el 11 de septiembre fue para los estadounidenses. Después de esta feroz sorpresa, ya no había nada seguro. . . nada estaba a salvo. . . nada estaba garantizado para durar. . . y si había un Dios, evidentemente era imposible complacerlo.

Aferrándonos a la Verdad

Hemos comenzado a explorar otra reliquia de este mismo período de tiempo en el Imperio Romano. No mucho tiempo después de que el Vesubio cambiara el mundo romano, el apóstol Juan escribió una carta y se la envió a una señora anónima a quien quería alentar. Dios ha preservado esa carta a lo largo del tiempo para nosotros podamos leerla el día de hoy.

Esta nota breve e inspirada del primer siglo llegó a la residencia de esta mujer unos cinco años después de que Pompeya desapareciera bajo unos 6 metros de lava. Y el apóstol Juan está a punto de decirle a ella – y a nosotros también – que cuando nada parece durar… cuando nada parece estar a salvo… cuando el futuro parece sombrío o incierto… aquí hay algunas verdades inquebrantables, permanentes e inmutables.

Quiero invitarlo a abrir su Biblia en la segunda carta de Juan, donde retomamos nuestro estudio en el versículo 2. Comencemos leyendo desde el inicio de la carta -versículo 1.

El anciano a la señora elegida y a sus hijos, a quienes yo amo en la verdad; y no sólo yo, sino también todos los que han conocido la verdad, a causa de la verdad que permanece en nosotros, y estará para siempre con nosotros (2 Juan 1-2).

Permítame dividir esto en un par principios a los que el apóstol Juan quería que esta mujer se aferrara – y que usted y yo también nos aferremos… especialmente cuando nada parece durar.

  1. Primero, El cuerpo de Cristo está unido permanentemente por el amor a la verdad.

Juan comienza esta carta diciéndole a esta mujer y a sus hijos que los ama en la verdad y a causa de la verdad. Es decir, nuestro amor está arraigado en la verdad que reside en todos nosotros.

El vínculo común que nos une es la verdad que compartimos en Cristo.

Una iglesia local está formada por personas diferentes – culturas diferentes, trabajos diferentes, pasados diferentes… de todo tipo de clases y ámbitos sociales. Dios no nos dice que nos amemos porque tenemos los mismos saldos bancarios o las mismas personalidades o las mismas habilidades y los mismos antecedentes.

Siempre me sorprende y me anima conocer a los nuevos miembros que se incorporan a nuestra iglesia. Algunos vienen de iglesias pequeñas y algunos de iglesias grandes. Tenemos gente del sur del país sentados junto a personas que se mudaron aquí desde el norte.

Algunos de ellos conocen al Señor desde hace años, han servido como diáconos y ancianos en sus antiguas iglesias, y están sentados alrededor de nuevos creyentes en Cristo que recién están aprendiendo cómo funciona una iglesia.

Algunos de ellos conocen bien la Biblia y otros están comenzando a comprender las diferencias entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, entre los Libros de Moisés al principio y el Libro de Mapas al final.

Algunos aún son otros países, y saben hablar otros idiomas. La variedad de antecedentes, historias, etnias, culturas y tradiciones es asombrosa.

A algunos les gustaría tener más música el domingo por la mañana, y otros quieren sermones más largos. Esta bien, eso me lo inventé yo.

El punto es, ¿cómo es que podemos mantenernos juntos y unidos? ¡Todos somos tan diferentes! No podríamos siquiera ponernos de acuerdo sobre dónde ir a almorzar después de la iglesia.

¿Cómo podemos trabajar juntos?

Querido oyente, una de las mayores evidencias de la verdad del evangelio que cambia vidas es el hecho de que lo hacemos.

El poder redentor y la verdad de Jesucristo une a diferentes personas en una unidad genuina y profunda.[ii]

El apóstol Juan esencialmente está animando a esta mujer con la verdad de que no está sola. Ella es miembro del cuerpo de Cristo. Esto equivale a decir: “¡Estamos juntos en esto!” A causa de la verdad, tenemos este vínculo de amor en la verdad.

En segundo lugar, en un mundo de inseguridad e incertidumbre Juan quiere enfatizar algo más:

  1. La verdad permanece y durará para siempre.

Aunque las culturas pierdan de vista la verdad.

Aunque las culturas reprimen la verdad.

Aunque las culturas redefinen la verdad.

Juan personifica la verdad diciendo que esta vive dentro de nosotros y que va a durar para siempre.

No cambia de una cultura a otra; no se transforma de generación en generación… la verdad del evangelio y de Cristo es la misma ayer, hoy y siempre.

Note nuevamente el versículo 2:

a causa de la verdad que permanece en nosotros, y estará para siempre con nosotros (2 Juan 2).

Esta no es solo una verdad intelectual, es una verdad viva y transformadora.

Y Juan usa una de sus expresiones favoritas aquí: “la verdad que permanece en nosotros.”

Él usa ese verbo “permanecer” (μενω) más de 40 veces en sus escritos. Es el mismo verbo que otros apóstoles usan para referirse al propósito de Dios que permanece (Romanos 9:11); o a la palabra de Dios que permanece para siempre (1 Pedro 1:23).

Un erudito escribe que este verbo en griego significa principalmente “permanecer en un lugar”.[iii]

Así que, la verdad viene a vivir en nosotros… y luego lo cambia todo.

Y esta no es simplemente una verdad comprendida con el intelecto, sino la verdad que es bienvenida en el corazón.[iv]

En otras palabras, la verdad viene y se instala en su vida. La verdad se traslada al apartamento o la casa de su mente.

El verbo “permanecer” en griego se usaba a menudo en el primer siglo para indicar que alguien vivía como huésped en la casa de otro.[v] ¡El creyente esencialmente le da la bienvenida a la verdad para que esta entre y se sienta como en casa!

Hace poco tuvimos una reunión con el liderazgo del seminario Shepherds en mi casa. Como la mayoría iba a llegar en diferentes momentos, imprimí un papel en letras grandes que decía “Adelante” y luego lo pegué en la puerta de entrada. Es decir, “no dude en entrar. No sienta que va a interrumpir. Ni siquiera necesita tocar a la puerta. Entre. Adelante. Lo estoy esperando y puede entrar.

Esto es lo que está diciendo cada vez que abre la palabra de Dios: “Adelante… no es necesario que llame a la puerta… Bienvenida”.

¿Y adivine qué? La verdad siempre viaja en grupo. Nunca viaja sola. La verdad tiene muy buenos amigos que la acompañan a donde quiera que vaya.

Juan nos presenta a tres de ellos. Note el versículo 3.

Sea con vosotros gracia, misericordia y paz… (2 Juan 3a)

Cambiando un poco la ilustración, píenselo de esta manera.  Ya que ha aceptado la verdad de Cristo, acerca de Cristo y acerca del evangelio de Cristo, la verdad te entrega tres dones – o regalos.

Y quiero que note que Juan no está simplemente expresando un deseo. Él no está diciéndole a esta señora: “Sabe que, realmente me gustaría que obtengas un poco de gracia, misericordia y paz”.

Absolutamente no.

Este no es un simple deseo; ¡Esta es la declaración de una verdad![vi]

De hecho, al considerar la gramática de esta frase, podríamos expresarla de la siguiente manera: “Tu tendrás gracia, misericordia y paz… y continuarás experimentando estos dones”.[vii]

Es decir, ahora tienes a los tres. Llegaron a tu vida cuando le diste la bienvenida a la verdad, y no te dejarán por el resto de tu vida.

Pero, Juan, ¿por qué estás tan seguro? ¿Cómo puedes estar tan seguro? Nada dura para siempre. Todo es pasajero. Mira nuestro mundo. ¡Piensa en Pompeya! ¡Todo se termina escapando entre los dedos!

¡Pero Juan está seguro de la permanencia de la gracia, la misericordia y la paz porque su fuente es el mismo Dios!

Note:

Sea con vosotros gracia, misericordia y paz, de Dios Padre y del Señor Jesucristo, Hijo del Padre, en verdad y en amor (2 Juan 3).

Tanto el Padre como el Hijo están involucrados en otorgarles los dones de gracia, misericordia y paz a los redimidos.[viii]

Juan también repite esta pequeña palabra “de” – de Dios el Padre y de Jesucristo – enfatizando el hecho de que, aunque el Padre y el Hijo son personas distintas, ambos son Dios.[ix]

Y mire cuales son los dones que ellos están comprometidos a darles al creyente – e imagine cómo esto esta verdad habría impactado a esta señora que vivió en el primer siglo, solo unos años después de la aterradora devastación del Monte Vesubio… una viuda llena de incertidumbres en cuanto al futuro viviendo en una cultura que iba de mal en peor, un mundo que había perdido el rumbo en cuanto al bien y el mal… un mundo no muy distinto al nuestro.

Eso me lleva a al tercer principio que encontramos en estos versículos iniciales.

  1. En tercer lugar, los dones duraderos del Dios de verdad son la gracia, la misericordia y la paz.

Vamos a desenvolver estos tres regalos y disfrutarlos por unos momentos.

El primer regalo es la gracia.

La palabra en griego es caris y se refiere a un favor inmerecido. En los días de esta viuda, gracia era algo bueno que alguien hacía sin ninguna expectativa de recompensa. Habían personas que actuaban con gracia, pero siempre era en favor a un amigo, nunca a un enemigo.[x]

Sin embargo, en el Nuevo Testamento, vemos un tipo de gracia diferente – un tipo de gracia mas grande y mejor. Esta gracia es un favor inmerecido concedido a un enemigo que no puede, de ninguna manera, devolverle el favor a Dios.

Pecadores – enemigos de Dios – que no tienen nada que ofrecerle, vienen por fe a Cristo y son salvos por gracia por medio de la fe, y eso no de nosotros mismos, pues es el regalo de Dios (Efesios 2:8-9).

Venimos a Él como pecadores, indignos, sin atractivo alguno para Él, injustos… y Él toma nuestros pecados y los echa en lo profundo del mar (Miqueas 7:19).

Corrie ten Boom solía decir: “Y cuando los echa al mar, son perdonados y olvidados, y Dios coloca un letrero que dice: “No se permite pescar”.[xi]

El segundo regalo es la misericordia.

La misericordia para el creyente conlleva la idea de la compasión y la ayuda.

Mientras que la gracia conlleva el dar algo bueno a quien no se lo merece; la misericordia tiene que ver con que Dios no nos paga según el mal que hemos cometido. Él no va a castigar al creyente como lo merece según sus acciones, sino que, en su misericordia, nos perdona.

El apóstol Pablo nos informa en Efesios 2:4 que Dios es rico en misericordia. Él es rico en misericordia. ¿En qué es rico Dios? Él es rico en misericordia… y aunque Dios deposita misericordia en nuestra cuenta cada día, en ningún momento es menos rico… en misericordia.

Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad (Lamentaciones 3:22 y 23).

El tercer regalo es la paz

Finalmente, Juan nos presenta un tercer regalo duradero del Dios de verdad – la paz

Si había algo que esta señora viuda sabía, era que la paz no formaba parte de su mundo en el imperio romano.

Tampoco forma parte de nuestro mundo hoy.

Hace unos años se celebraron los 100 años desde fin de la Primera Guerra Mundial y el establecimiento de la Sociedad de Naciones, dedicada a mantener el mundo en paz.

La Sociedad de Naciones perdió su eficacia en menos de 10 años con el comienzo de la segunda guerra mundial y se convirtió en un monumento a la incapacidad de la humanidad para fabricar la paz.

El mayor problema es que el mundo quiere la paz, pero no al Príncipe de Paz – y no puede haber uno sin el otro.

Solo en los últimos 400 años, se estima que se han celebrado 8.000 tratados de paz entre países y naciones. El tiempo promedio en que esos tratados se rompen es de dos años.

Querido oyente, la paz no es cuando todos se detienen, solo para recargar sus armas.

La paz no es algo que la humanidad pueda crear o fabricar. La paz es algo que solo Dios puede dar.

De hecho, la palabra que encontramos aquí significa literalmente “unir”. Juan está escribiendo sobre el hecho de que el Señor Jesús hizo posible un tratado de paz con Dios el Padre en virtud de Su muerte y sacrificio en nuestro nombre.[xii]

Y por la fe, Él nos une a Dios en un vínculo vivo e inseparable.

Así que enfrentamos la vida, no pidiéndole a Dios que nos traiga paz externa, sino paz interna mientras enfocamos nuestros corazones, mentes y vidas en Su verdad y Su amor – y un día… un día también gozaremos de perfecta paz exterior cuando Cristo venga a buscarnos. No puedo esperar… ¿y usted?

Me gusta como un autor cristiano ilustró este tipo de paz en su libro que he estado leyendo últimamente. El escribe:

En varias ocasiones he conocido el nombre del vencedor antes de que termine el evento o partido. Como pastor, a menudo no puedo ver el partido del domingo. Generalmente los equipos juegan mientras estoy en la iglesia predicando. Muchos domingos, alguno de los hermanos recibe un mensaje de texto, o un correo electrónico y conoce el resultado del juego y, con buenas intenciones, siente la necesidad de compartirlo conmigo. A veces, he pensado en llevar un cartel alrededor del cuello que diga: “Estoy grabando el partido; no me digas nada”.

Recuerdo un partido en particular. Mi equipo estaba jugando un partido muy importante. Tenían que ganar si o si para avanzar. Había planeado todo para que el partido se grabara automáticamente y luego pudiera verlo al volver a casa de la iglesia. Estaba muy emocionado de ver el partido y quería verlo como si fuera en vivo. Así que evité cualquier tipo de alusión al juego antes, durante y después de la predica. Evité tener contacto visual con los hermanos más aficionados al deporte – cualquier persona que pensé que podría conocer el resultado y contármelo. Logré salir de la iglesia con éxito y cuando estaba llegando a mi auto alguien gritó: “Pastor, ¿Ya se enteró de que ganamos?”

Todo el suspenso se perdió. Ya no iba a tener el deleite de estar al borde de mi asiento ansioso. Ya no iba a estar mordiéndome las uñas. Pero, aunque sabía el resultado, todavía quería ver el partido. Así que, al llegar a la casa, prendí el televisor y me puse a verlo. Mientras lo hacía, tuve una agradable sorpresa. Pude ver el partido sin estresarme. Mi equipo por un tiempo estuvo perdiendo, pero no me preocupé. Sabía el resultado final. Las cosas no se veían bien faltando muy poco para el final del partido, pero no entré en pánico. Conocía al ganador. Era el último minuto y el partido todavía no estaba definido. No hay problema. La victoria era segura.

Querido creyente, su victoria es segura también. Entre ahora y el pitido final, no hay motivo para estar ansioso. Sí, van a haber momentos complicados. A veces va a parecer que vamos a perder. A veces quizás no juguemos muy bien. Nuestro oponente podrá engañarnos y sacar ventaja. No entre en pánico… usted ya conoce al vencedor – usted ya conoce el resultado final.[xiii]

Incluso cuando las cosas no parecen durar… al final quedará demostrado que las cosas que verdaderamente importan durarán para siempre.

Como el amor, la verdad, la gracia, la misericordia y la paz que vienen de nuestro Soberano Señor.

 

Este manuscrito pertenece a Stephen Davey, predicado el 2019

© Copyright 2019 Stephen Davey

Todos los derechos reservados

 

[i] Robert J. Morgan, Nelson’s Complete Book of Illustrations (Thomas Nelson, 2000), p. 214

[ii] John MacArthur, Romans: Volume 2 (Moody Press, 1994), p. 273

[iii] Gerhard Kittle & Gerhard Friedrich, editors, Theological Dictionary of the New Testament: Abridged in One Volume (Eerdmans, 1985), p. 581

[iv] Kenneth Wuest, In These Last Days: Studies in the Greek Text of I, II, III John (Eerdmans, 1954), p. 200

[v] Ibid, p. 201

[vi] William Barclay, The Letters of John and Jude (Westminster Press, 1976), p. 140

[vii] D. Edmond Hiebert, The Epistles of John (BJU Press, 1991), p. 294

[viii] Robert Lightner, The Epistles of First, Second, Third John & Jude (AMG, 2003), p. 97

[ix] Adapted from Hiebert, p. 295 & Lehman Strauss, The Epistles of John (Loizeaux Brothers, 1962), p. 149

[x] Kenneth Wuest, In These Last Days: Studies in the Greek Text of I, II, III John (Eerdmans, 1954), p. 201

[xi] Robert J. Morgan, p. 363

[xii] Wuest, p. 202

[xiii] Adapted from Max Lucado, Unshakable Hope (Thomas Nelson, 2018)