Lección 35: Cómo Sujetar la Cuerda Correctamente

Lección 35: Cómo Sujetar la Cuerda Correctamente

Pasaje Bíblico: 3 Juan 5-7.
Sin importar dónde vivamos o en qué etapa de la vida estemos, como creyentes somos llamados a ser embajadores de Cristo justo donde estamos plantados. Algunos están llamados a ir y dedicarse a la obra espiritual a tiempo completo… pero los que no, tenemos la responsabilidad y la oportunidad de apoyarles para que puedan realizar su labor.

Introducción

William Carey, el hombre al que hoy se lo conoce como el padre de las misiones modernas, sirvió a Cristo durante más de 40 años en la tierra de la India, donde predicó, plantó iglesias, construyó escuelas; de hecho, inició escuelas para los pobres donde se les enseñaba, entre otras materias, contabilidad, para que pudieran tener la posibilidad de conseguir trabajos remunerados. Fundó la primera universidad que otorga títulos en toda la India a fines de los años 1700s.

Pero sin duda, su legado más duradero fue que tradujo incansablemente las Escrituras a numerosos idiomas para la gente de ese país.

He leído y subrayado gran parte de la biografía clásica de William Carey, escrita por su bisnieto, quien contó vívidamente sobre la obra de Dios en el corazón de su bisabuelo; este humilde zapatero que tuvo una enorme pasión por el evangelio. Cuando era joven, tenía un mapa del mundo colgado sobre su banco de trabajo y, mientras reparaba zapatos, pensaba y oraba por los millones de personas no alcanzadas en todo el mundo.

A pesar de enfrentar una tormenta de críticas de parte de su denominación por querer salir de Inglaterra para ganar a los perdidos en India, Carey siguió adelante.

Providencialmente, se hizo amigo cercano de cuatro hombres piadosos que prometieron apoyarlo.

Carey a menudo describía su labor misionera como descender a la mina de oro de la India. Esa idea se volvió muy común entre ellos y desarrollaron su propia pequeña expresión llamada “la promesa de sujetar la cuerda.” Carey dijo: “Bajaré a la mina, si sostienes la cuerda”.

Antes de partir de Inglaterra y descender a la India donde daría su vida, uno de los cuatro que lo apoyaban económicamente dijo: “William Carey nos hizo jurar a cada uno de nosotros, por así decirlo, en la boca del pozo, que mientras viviéramos, nunca deberíamos soltar la cuerda”.[i]

Me complace informarle que los cuatro hombres mantuvieron su palabra hasta el día de su muerte… nunca soltaron la cuerda.

Como verá, es fácil concentrarse en los asombrosos logros de William Carey, y con razón. Y es fácil concentrarse en sus biografías, y he leído varias de ellos. Desafortunadamente, es demasiado fácil pasar por alto a estos cuatro hombres y los sacrificios que hicieron mientras sostenían la cuerda.

Sus biografías nunca se han escrito… en esta tierra. Pero se han registrado sus biografías… en el cielo.

Las vidas de Fuller y Pearce y Ryland y Sutcliff son desconocidas para nosotros. No son desconocidas para Cristo. Y déjeme decirle que tampoco eran desconocidas para William Carey.

Ellos sujetaron la cuerda mientras bajaba.

Resulta que el apóstol Juan está escribiéndole una carta a un sujetador de cuerdas llamado Gayo. Y en caso de que lo ignore, él nos informará que cada uno de nosotros tiene un papel que desempeñar… orando, enviando, dando, yendo… todos jugamos un papel fundamental a la hora de sujetar la cuerda.

Le invito a que me acompañe en su Nuevo Testamento a ver una lección inspirada sobre cómo sujetar correctamente la cuerda… la encontramos en la tercera carta de Juan.

El sostenedor de la cuerda es un hombre llamado Gayo, y Gayo tiene una gran reputación por preocuparse por los predicadores, evangelistas y embajadores del evangelio que pasaban por su vecindario, por los William Carey del primer siglo.

Llegamos al versículo 5, donde dice: Amado (o, mi queridísimo amigo), fielmente te conduces cuando prestas algún servicio a los hermanos, especialmente a los desconocidos, los cuales han dado ante la iglesia testimonio de tu amor; y harás bien en encaminarlos como es digno de su servicio a Dios, para que continúen su viaje. (3 Juan 5 y 6).

Una Reputación Fiel

En primer lugar, permítame señalar que Gayo es elogiado aquí por el apóstol Juan por tener una reputación fiel.

Juan escribe: “Gayo, estás actuando fielmente – te conduces fielmente, con lealtad al evangelio y a los obreros del evangelio”.[ii]

Es decir, Gayo es leal al evangelio hasta el punto de hacer grandes sacrificios. Él ha abierto su casa, su despensa, su habitación de huéspedes y su chequera. Él ha abierto su vida a estos hermanos embajadores de Cristo.

¿Quiénes son estos hermanos? Juan simplemente los llama “los hermanos” aquí en el versículo 5 – y luego se refiere a ellos en el versículo 8 diciendo que “debemos acoger a tales personas.”

Juan está usando un vocabulario que distingue a cierto tipo, cierta categoría de hombres conocidos por el hecho de que han emprendido viaje – están de camino, por así decirlo, para difundir el evangelio.[iii]

Cada miembro de la iglesia es un embajador de Cristo, pero este era un grupo de hombres que estaban cumpliendo esta labor yendo de pueblo en pueblo predicando. Y como ya hemos comentado, no existían hoteles familiares en el primer siglo.

Si viajaba por uno de los caminos pavimentados romanos, es posible que se encontrara con una de las posadas construidas a intervalos de unos 80 kilómetros, que servían como hoteles.

Varios autores que investigué escribieron que estas posadas eran notoriamente inseguras; los ladrones estaban esperando; los espías del gobierno estaban escuchando; los alojamientos estaban sucios, la comida era mala, las habitaciones estaban infestadas de pulgas y el precio por quedarse una noche era exorbitante. Incluso Platón escribió una vez lo siguiente, y cito, “los posaderos son piratas que retienen a sus invitados para pedir un rescate hasta que se les permite escapar.”[iv]

No suena como el tipo de lugar en el que desearía pasar la noche. Por esa razón, la gente no solía viajar sin algún tipo de carta de presentación o recomendación. Se la darían a algún familiar o amigo lejano para que ellos los alojaran – y los cristianos hicieron lo mismo.

De hecho, esta carta sirvió para recomendar a un hombre llamado Demetrio y así Gayo le bridara hospitalidad. Hablaremos de él más tarde.

Entonces, ¿puedes ponerse en los zapatos de Gayo? Suena el timbre una noche y hay un extraño a la puerta – nunca lo ha visto antes – y trae una nota en la mano que dice que el Apóstol Juan lo conoce y le pide si puede albergar a su amigo por la noche… o por unos días.[v]

Vaya interrupción en su vida. ¿Qué tal ese inconveniente? Muchas gracias, Juan. ¿Cuánto tiempo se va a quedar? ¿Quién sabe?

Para citar a Benjamín Franklin, el escribió sobre el tema de la hospitalidad, evidentemente por experiencia, que después de tres días tanto el pescado como los huéspedes comienzan a apestar… a veces no se necesitan tres días.[vi]

Así que este es el punto: Gayo es más fiel en el cuidado de los demás que en el cuidado de su propia comodidad.

Un Testimonio de Amor

Permítame señalar una cosa más sobre Gayo. Él no solo tiene fama de ser fiel; también tiene fama de ser amoroso.

Note nuevamente el versículo 6 donde Juan señala que  ellos han dado testimonio de tu amor. ¿No es interesante que Juan no lo llamó hospitalidad, aunque lo era? No lo llamó cocinar, limpiar, conversar, alimentar, dar, apoyar y albergarlos; Juan simplemente lo llamó amor.

Y eso se debe a que toda la comida, la limpieza, la conversación, su cuidado y generosidad fueron demostraciones de amor – arraigadas en amor agape, que es la palabra que Juan usa aquí. Es la palabra que se usa en todo el Nuevo Testamento para describir el amor de Dios.

Y evidentemente su amor fue tema de conversación y llegó a oídos del apóstol. Estos invitados testificaron en la iglesia – es decir, en una reunión de la iglesia.[vii]

Evidentemente, la noticia ya había viajado de regreso a Éfeso, donde vive Juan, y toda la iglesia había escuchado acerca de la hospitalidad de Gayo.[viii]

Obviamente, Dios quería que el testimonio Gayo fuera contagioso – que se transmitiera al resto de nosotros.

Y ahora Juan insta a Gayo a que siga haciendo lo mismo: fíjese en la última parte del versículo 6:

y harás bien en encaminarlos como es digno de su servicio a Dios, para que continúen su viaje

Lo estás haciendo bien, Gayo. Sigue así.

La palabra que se traduce aquí como “bien” – “harás bien” es una palabra que a menudo se traduce como bueno o hermoso.

Solemos usar esa palabra hermoso o bello de la misma manera que Juan la usa aquí.

Cuando estamos viendo el partido de futbol y decimos: “esa fue una jugada bellísima”. O cuando agradece a alguien que ha hecho algo amable diciendo: “que hermoso lo que hizo por esa persona”.

Juan está diciendo “Gayo, que hermoso es lo que hiciste por esos siervos del Señor… lo estás haciendo bien, lo estás haciendo muy bien. Sigue así.”

Un Servicio Sobreabundante

Y note el estándar para nuestro apoyo a aquellos cuyas vidas están entregadas al evangelio – Juan escribe en el versículo 6 – harás bien en encaminarlos como es digno de su servicio a Dios. Encamínalos de una manera digna de Dios.

Podríamos entender que Juan está escribiendo que debemos cuidar de los misioneros, los trabajadores de la iglesia y los representantes del evangelio de una manera que Dios consideraría digna.

En otras palabras, Dios está observando cómo cuidamos a Sus siervos.

Pero también podemos entender que esta frase significa que debemos tratarlos de la misma manera que debemos tratar a Dios. Gayo, sírvelos como servirías a Dios mismo.

Imagínese si Jesús se presentara en su casa. ¿Lo pondría a dormir en el piso o en su mejor habitación? ¿Le darías de comer las sobras o se pondría a cocinar algo fresco?

Juan dice: “Trátalos como tratarías a Dios”. ¿Le das sobras?

¿Y cómo demuestra Dios su amor y gracia para con nosotros? Pablo escribe, el hizo sobreabundar su gracia para con nosotros(Efesios 1:8). ¡Él sobreabunda Su gracia para con nosotros!

¿Se imaginas una iglesia que usa la palabra “sobreabundar” como su estándar para cuidar a los misioneros? ¿Se puede criticar a la iglesia por ser extremadamente generosa?

Recuerdo haber viajado por muchos años con mis padres que eran misioneros para levantar sustento. Visitábamos las iglesias y nos juntábamos con los hermanos que oraban por nosotros y nos apoyaban económicamente. En una ocasión, cuando estaba en casa durante las vacaciones de la universidad, viajé con mi papá a una iglesia donde iba a predicar ese domingo por la mañana.

Nos levantamos temprano el domingo para ir de viaje, estaba a solo una hora más o menos de distancia de nuestra casa. Mi papá predicó y luego se quedó un rato saludando a la gente. Evidentemente, no íbamos a la casa de nadie para almorzar, lo cual estaba bien para mí, pero todavía recuerdo caminar hacia el auto y preguntarle: “Entonces, ¿a dónde quieres ir a almorzar? ¿dónde vamos a comer?”

Tenía 19 años, así que, en un buen día podía comer seis o siete veces. Mi papá vaciló y luego dijo: “Creo que podemos llegar a casa para el almuerzo”. Y dije: “¿No tienes dinero?” Él dijo “no.” Le dije: “¿Pero la iglesia no te dio una ofrenda o algo por viajar aquí para predicar? ¿Ayuda para para la gasolina? ¿Dinero para almorzar?” Y simplemente sonrió y dijo: “Podemos llegar a casa”.

No fue exactamente un trato sobreabundante.

Recuerdo que, por ser hijo de misionero, cada Navidad recibía una caja de golosinas de una iglesia – unos dulces, un cepillo de dientes, un par de calcetines, un poco de goma de mascar – eran regalos maravillosos. Pero siempre llegaba en un cartón de leche usado que habían limpiado y envuelto en papel marrón normal. Una caja de leche usada era el paquete. ¡En serio! A medida que fui creciendo, no pude evitar pensar… bueno, no les voy a decir lo que pensé. ¿Pero no podían conseguir una caja normal y un papelito navideño?

El otro lado de la historia es el hecho de que muchos si apoyaron fielmente a mis padres… y mi situación era mejor que muchos otros hijos de misioneros. No podría decir que alguna vez sufrí.

Pero he estado en las casas de misioneros en el extranjero y he escuchado sus historias de que las iglesias que los apoyan les enviaron cajas llenas de bolsitas de té usadas.

¿Cómo afronta ese tipo de indignidad… esa especie de frugalidad perversa?

¿Es eso tratarlos de una manera digna de Dios? Pensaría alguna vez en sentarse en la sala de estar con Jesús y decirle: “Disfrutemos de una taza de té caliente. Tome. Déjame usar la bolsita de té primero y luego se la paso para que la use “. Lo dudo.

Querido oyente, ¿Nos hemos olvidado quiénes son estas personas? ¿Quiere saber por qué queremos tratar a los siervos de Cristo que han entregado su vida al Evangelio de la forma más hermosa posible?

Juan nos da dos razones – primero:

  1. Por el Nombre al que sirven.

Note el comienzo del versículo 7:

Porque ellos salieron por amor del nombre de El.

La frase “el nombre de Él” o simplemente “el Nombre” también se encuentra en el Libro de los Hechos, donde se nos dice que los líderes judíos les mandaron a los Apóstoles que no enseñaran en ese Nombre (Hechos 5:28).[ix]

Más tarde les dijeron de nuevo, en el versículo 40, que no hablaran en el nombre de Jesús. Pero Lucas registra que después de que los apóstoles fueron azotados por los líderes religiosos, salieron gozosos de haber sido tenidos por dignos de padecer afrenta por causa del Nombre – una referencia al nombre de Jesús (Hechos 5:41).

Cuando vea esta referencia al Nombre, sepa que es una expresión que representa todo acerca de la naturaleza, atributos, deidad, evangelio y gloria de Cristo.

Es por eso que Su nombre es sobre todo nombre (Filipenses 2:9), porque Su nombre representa todo lo que Él es – y Él está por encima de todo lo que existe.

De hecho, los Apóstoles predicaron que:

en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos. (Hechos 4:12).

El evangelio y el nombre de Jesús están exclusiva, absoluta, completa e inseparablemente unidos entre sí.

Una de las cosas que escuchamos cada vez más en estos días es que todas las religiones adoran básicamente al mismo Dios, solo que usan nombres diferentes.

El Dios del cristianismo, judaísmo, islam, budismo, hinduismo… muchos dioses o un solo Dios: todos apuntan al mismo Dios y, sea cual sea el Dios esté allí arriba, será condescendiente y va a deja entrar a todos.

El mundo del apóstol Juan básicamente decía lo mismo. Los griegos y los romanos tenían sus panteones separados de dioses y diosas. Pero a medida que los mundos griego y romano se fusionaron, efectivamente dijeron, “no se preocupen” – ustedes los griegos llaman a su dios principal, Zeus y nosotros los romanos lo llamamos Júpiter; pero es el mismo dios, solo lleva un nombre diferente.

Pero cuando apareció el apóstol Pablo, él no dijo: “Ustedes los griegos lo llaman Zeus y ustedes los romanos lo llaman Júpiter, pero los cristianos lo llamamos Jesús… así que no hay problema, ¡son todos iguales![x]

Para nada. De hecho, lo que Pablo dijo fue, apártense de estas vanidades – estos vanos objetos de adoración – y conviértanse al Dios vivo (Hechos 14:15).

Ustedes que apoyan a aquellos que dan su vida al ministerio del evangelio – ustedes están sosteniendo las cuerdas para aquellos que están descendiendo a las regiones oscuras de incredulidad dando testimonio de la luz del evangelio del NOMBRE – y aquellos que creen, escribe Juan en su Evangelio, tendrán vida en Su nombre (Juan 20:31).

Este es el por qué sujetamos la cuerda:

Ellos son dignos de nuestro generoso apoyo debido al Nombre al que sirven.

En segundo lugar, merecen nuestro generoso y leal apoyo:

  1. Por la vida que sacrificaron.

Note el versículo 7 nuevamente:

Porque ellos salieron por amor del nombre de El, sin aceptar nada de los gentiles.

El término gentiles simplemente se refiere a aquellos que no creen en el evangelio – son incrédulos.

Para aplicar este principio bíblico a la iglesia de hoy: La iglesia no le pide al mundo que financie su misión. La iglesia no les escribe a los incrédulos pidiendo dinero. No aumentamos el presupuesto de nuestra misión haciendo campañas de ventas. La iglesia no se pone a vender con la esperanza de que los incrédulos compren nuestras cosas para poder enviar hermanos al campo misionero.

Eso degrada el evangelio; peor aún, eso distorsiona nuestra misión y terminamos convirtiendo en clientes a las personas que deberíamos alcanzar con el evangelio. Eso pone todo patas arriba.

Y para limitar el contexto a las personas a las que Juan se refiere, note: Estos predicadores, evangelistas, plantadores de iglesias, pastores, traductores y obreros cristianos a tiempo completo tampoco levantaron sustento en medio de los incrédulos.

Dios ha diseñado a la iglesia para financiar la misión de la iglesia y para apoyar a aquellos que representan a la iglesia como servidores vocacionales de la iglesia, ese es el patrón.

Y eso nos da a nosotros, la iglesia, la responsabilidad de dar un paso adelante y apoyar a los nuestros. ¡Los William Carey del mundo todavía necesitan a alguien que sujete la cuerda!

Estas personas han abandonado sus hogares, sus fuentes de ingresos; han entrado en un ministerio de fe. No se trata de dinero; de hecho, han renunciado, en muchos casos, a ganar mucho dinero.

  • Pienso en un médico que vendió su práctica bien próspera para asistir a nuestro seminario teológico Shepherds y ahora es un plantador de iglesias.
  • Pienso en un contratista de obras que vendió su compañía para poder asistir al seminario Shepherds y ahora vive en una choza con piso de tierra.

Y puedo decirles que estos siervos escogidos del Señor esperan y oran para que los creyentes y las iglesias sigan el consejo del apóstol Juan… y el consejo del apóstol Pablo, quien les escribió a los corintios cuál debería ser el modelo para la iglesia. El escribe,

Porque en la ley de Moisés está escrito: No pondrás bozal al buey que trilla. ¿Tiene Dios cuidado de los bueyes, o lo dice enteramente por nosotros? – Pablo responde su propia pregunta y dice – Pues por nosotros se escribió… así es como funciona, dice él: Si nosotros sembramos entre vosotros lo espiritual, ¿es gran cosa si segáremos de vosotros lo material? (1 Corintios 9: 9-11).

En otras palabras, así es como se supone que funciona esto. Y tanto Pablo como ahora Juan enfatizan esta relación. Hay quienes han entregado sus vidas al ministerio espiritual de la palabra; y ahora los que invierten en nosotros espiritualmente deben recibir de nosotros materialmente.

Este es el ciclo de generosidad benéfica, generosa y abnegada; si alguien se sacrifica para darle cosas espirituales, usted se sacrifica para darle cosas materiales.

¿Y cuál es el estándar de nuestra generosidad material? Deles como le daría a Dios mismo.

Entonces, aquí está la pregunta para nosotros hoy: ¿tiene alguna cuerda en sus manos? ¿Siente la tensión a veces? La carga… la misión… ¿Ha fortalecido los músculos de su fe mientras ha apoyado a otros?

¿Está sujetando la cuerda del ministerio en su iglesia? ¿Es realmente suyo? ¿Esta siendo guiado a medida que Dios le permite sostener la cuerda financieramente para algún individuo o ministerio que ha tocado su vida espiritualmente?

Oro para que cuando lleguemos al final de nuestras vidas, todos tengamos algunas quemaduras de cuerda en nuestras manos, algunos callos, por el bien de Su evangelio y su glorioso nombre. . . que es por sobre todo nombre – Amén.

 

 

Este manuscrito pertenece a Stephen Davey, predicado el 2019

© Copyright 2019 Stephen Davey

Todos los derechos reservados

 

 

[i] Adapted from S. Pearce Carey, William Carey (The Wakeman Trust, 1923; reprint, 2008), p. 108

[ii] D. Edmond Hiebert, The Epistles of John (BJU Press, 1991), p. 329

[iii] Robert W. Yarbrough, Baker Exegetical Commentary: 1-3 John (Baker Academic, 2008), p. 374

[iv] Clinton E. Arnold, ed; Zondervan Illustrated Bible Backgrounds Commentary: Volume 4 (Zondervan, 2002), p. 225; William Barclay, The Letters of John and Jude (Westminster, 1976), p. 149; John D. Hannah, 1, 2, 3 John: Redemption’s Certainty (Christian Focus, 2016), p. 235

[v] Karen H. Jobes, Exegetical Commentary on the New Testament: 1, 2 & 3 John (Zondervan, 2014), p. 307

[vi] David Walls & Max Anders, Holman New Testament Commentary: I & II Peter, I, II, III John, Jude (Holman, 1999), p. 248

[vii] Hiebert, p. 330

[viii] Adapted from Gary W. Derickson, Evangelical Exegetical Commentary: 1, 2 & 3 John (Lexham Press, 2014), p. 673

[ix] Yarborough, p. 372

[x] Adapted from Jobes, p. 274