Lección Travesía Bíblica

Navegando por los Evangelios

Lección 376: La Autoridad Final

Pasaje Bíblico: Mateo 4:13-25; 8:2-4, 14-17; Marcos 1:16-45; Lucas 4:31–5:16.

Jesucristo es Dios. Como tal, Él posee toda la autoridad. La única pregunta para nosotros es si nos sometemos a Su autoridad en todos los aspectos de nuestras vidas.

Jesús se muda a Capernaúm

En nuestra Travesía por los cuatro Evangelios, el próximo evento al que llegamos se encuentra en Mateo capítulo 4. Jesús está saliendo de Nazaret, que se ha vuelto hostil hacia Él. Aquí en el versículo 13 leemos que Jesús se establece en “Capernaum, ciudad marítima, en la región de Zabulón y de Neftalí, para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías” (Mateo 4:13-14).

Es fácil pasar por alto este pasaje. Pero es importante reconocer que esta decisión no es al azar; fue, de hecho, anunciada por Isaías 700 años antes y ahora es cumplida por Jesús el Mesías (Isaías 9:1-2). También es muy posible que la madre de Jesús, María, ahora viuda, no estuviera segura en Nazaret, una ciudad que se puso violenta y quiso matar a Jesús, y quizás él quiso traerla consigo.

El Evangelio de Mateo dice que María y José tuvieron varios hijos después de que Jesús naciera milagrosamente, antes de que María y José se juntaran. Mateo incluso nos da los nombres de todos los medios hermanos del Señor Jesús (13:55).

Es más, dos de ellos luego van a escribir algunos libros del Nuevo Testamento: el de Santiago y Judas.

Pero como hijo primogénito de María, Jesús la va a cuidar, es responsable por ella, y la trae, y probablemente al resto de su familia, a un pueblo más seguro.[1]

Mateo, Marcos y Lucas van a contar el próximo evento en la vida de Jesús. Ya que Lucas tiene el registro más completo, en el capítulo 5, vamos a ir allí. Y el tema principal es la revelación de la autoridad de Jesús.

La Autoridad de Jesús Sobre Otras Prioridades

En primer lugar vemos aquí que, Jesús va a demostrar Su autoridad sobre otras prioridades. Lucas 5:1 dice lo siguiente:

Aconteció que estando Jesús junto al lago de Genesaret (ese es el mar de Galilea), el gentío se agolpaba sobre él para oír la palabra de Dios. Y vio dos barcas que estaban cerca de la orilla del lago; y los pescadores, habiendo descendido de ellas, lavaban sus redes. (Lucas 5:1-2)

Lucas nombra a Simón (ese es Pedro), Santiago y Juan como tres de los pescadores. Mateo y Marcos mencionan al hermano de Simón, Andrés, como un cuarto individuo.[2] Estos cuatro hombres ya habían sido expuestos a las enseñanzas de Jesús.

De hecho, Jesús se sube a la barca de Simón para terminar Su enseñanza y luego le dice a Simón en el versículo 4: Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar. Me pregunto si a Simón se le pasó por la mente: ¿Y Qué sabe un carpintero sobre la pesca? Simón Pedro es un pescador experto. Pero, aun así, quizás escéptico, sigue las instrucciones de Jesús, y a continuación leemos que la pesca es tan grande y las redes se llenan tanto que amenazan con darlas vuelta o hundir las barcas (Lucas 5:6-7).

De repente, Simón ve al Señor con una perspectiva distinta: el versículo 8 dice que “cayó de rodillas ante Jesús, diciendo: Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador.” (Lucas 5:8). Pero Jesús le responde: “De ahora serás pescador de hombres” (versículo 10). Él y sus compañeros se convertirán en pescadores de hombres.

Jesús está desafiando a Pedro y a estos otros hombres a cambiar por completo sus prioridades en la vida, y lo hacen. El versículo 11 dice: ” Y cuando trajeron a tierra las barcas, dejándolo todo, le siguieron”. No solo están dejando sus barcos; Están dejando sus carreras. Ellos están dejando sus fuentes de sustento. Mire, sus prioridades, de pronto, se arreglan por la autoridad de Jesús.

La Autoridad de Jesús como Maestro

En segundo lugar, vemos que Jesús demuestra autoridad como maestro. Si abre su Biblia en Marcos capítulo 1 y versículo 21, leemos: “Y entraron en Capernaum; y los días de reposo, entrando en la sinagoga, enseñaba”. Y el versículo 22 dice: que “se admiraban de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas”.

Debe entender que el típico escriba o rabino en los tiempos de Jesús, enseñaba citando a otros rabinos. Bueno, Jesús no está citando a otro rabino. Él no cita a nadie. De hecho, Jesús solía decir quizás se acuerda: “Habéis oído que fue dicho, pero yo os digo”.   Jesús enseñó basado en Su propia inerrante autoridad como la Palabra de Dios.

Mientras enseña, de pronto, un hombre poseído por un demonio clama en el versículo 24: “Yo sé quién eres, el Santo de Dios. (Marcos 1:24). Jesús inmediatamente le exige al demonio, versículo 25: “¡Cállate y sal de él!” (Marcos 1:25), lo que hace después de hacer un pequeño escándalo.

Y la gente, a todo esto, se sorprende otra vez y dice aquí, en el versículo 27: Y todos se asombraron, de tal manera que discutían entre sí, diciendo: “¿Qué es esto? ¿Qué nueva doctrina es esta, que con autoridad manda aun a los espíritus inmundos, y le obedecen?” (Marcos 1:25)

La Autoridad de Jesús sobre la Enfermedad

Esta sí que fue una reunión memorable en la sinagoga. Una vez terminada, Jesús va a demostrar su autoridad sobre la enfermedad. Leemos en el versículo 29 que Jesús y sus discípulos se dirigen a la casa de Simón Pedro, quizás para almorzar, pero la suegra de Pedro se encuentra enferma con fiebre (Marcos 1:29-30). Por cierto, si Pedro tenía una suegra, él tenía esposa ¿cierto? No sé de ningún hombre que tenga una suegra sin el beneficio de tener una esposa. Pedro era un hombre casado.

Ahora, si juntamos estos tres Evangelios, vemos que Jesús reprende a la fiebre y la ayuda a ponerse de pie; y su salud está tan completa y milagrosamente restaurada que ella inmediatamente comienza a dirigirse a la cocina y preparara un almuerzo para todos. Completamente y absolutamente sanada.

No es de sorprender que el Evangelio de Marcos nos dice que esa noche “toda la ciudad se agolpó a la puerta”, y Jesús va a continuar sanando a los enfermos (Marcos 1:32-34).

Han sido unas ocupadas veinticuatro horas de enseñanza y sanidad, pero Jesús se va a levantar antes del amanecer para orar. Simón y los otros finalmente lo encuentran y van a querer traerlo a la ciudad. Y es que ellos creen que Jesús tiene más gente para sanar allí en Capernaum.

Le dicen a Jesús en Marcos 1:37: “Todos te buscan”. Pero él les dice: “Vamos a los lugares vecinos, para que predique también allí; porque para esto he venido.” (Marcos 1:38).

Los discípulos estaban enfocados en la sanidad de Jesús, pero esa no es su misión principal en la vida. El ministerio de Jesús es más profundo que la sanidad física. Sanar un cuerpo es bueno, pero sanar un alma es mejor; Y eso se debe a que la sanidad física es temporal, pero la espiritual es eterna.

La Autoridad de Jesús para Salvar

Finalmente, Jesús va a demostrar su poder para salvar. Y otra vez, Mateo, Marcos y Lucas combinados nos dan el relato completo.[3]

Jesús está predicando por Galilea, y en uno de los pueblos un hombre con lepra viene y él se postra delante de Jesús y dice: “Si quieres, puedes limpiarme” (Marcos 1:40). Hasta ahora en toda la historia bíblica, debe entender que la lepra se había sanado  solo dos veces: Primero, en Números 12 y luego en 2 Reyes 5. El pueblo judío sabía muy bien que solo Dios sanaba la lepra.

Pero este leproso no duda de la habilidad de Jesús, ¿verdad? Él solo dice: “Si tu lo quieres, Tu puedes limpiarme”. Él cree en Jesús y él le implora al Señor con fe.

Jesús extiende su mano y toca a este hombre y le dice las maravillosas palabras: “Quiero” es decir, “estoy dispuesto” “sé limpio”. Y le digo que Jesús está hoy dispuesto a salvar a los perdidos de su pecado. Lo hará. Pero la Biblia también dice: “todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo” (Romanos 10:13). Es decir, Él está dispuesto. La pregunta es: ¿estás tu dispuesto a venir a Él?

Ahora, Jesús le dice a este ex leproso aquí en Marcos 1:44: “no digas a nadie nada, sino ve, muéstrate al sacerdote, y ofrece por tu purificación lo que Moisés mandó”. Pero el versículo 45 dice lo que este hombre hizo después: “ido él, comenzó a publicarlo mucho y a divulgar el hecho”.

Esto para mi ¡me trae convicción! Se le dice que guarde silencio, pero no puede evitar decirles a todos. Y nosotros teniendo la orden de predicar, ¡muy seguido nos quedamos callados!

Ahora, no podemos defender la desobediencia de este hombre, pero tampoco podemos defender la nuestra. Déjeme preguntarle, ¿A quién le está hablando, usted, sobre Jesucristo? Este hombre no puede quedarse callado por su gran emoción de ser restaurado. Y yo me pregunto si nosotros nos callamos, bueno, porque ya lo hemos superado.

Seamos más fieles. Sigamos declarando la salvación del Señor que nos sanó espiritualmente por siempre.

 

[1] Gracias al Dr. Douglas Bookman del Seminario Teológico Shepherds por esta idea.

[2] Lucas 5:3, 10; Mateo 4:18, Marcos 1:16.

[3] Mateo 8:2–4; Marcos 1:40–45; Lucas 5:12–16.