Lección Travesía Bíblica

Navegando por los Evangelios

Lección 379: Llevando el Polvo del Maestro

Pasajes Bíblicos Estudiados: Marcos 3:13-19; Lucas 6:12-16.

En esta lección, exploraremos cómo el Señor seleccionó a Pedro, Andrés, Jacobo y Juan, y cómo Jesús los transformó de simples pescadores a pilares de la fe. Acompáñanos en esta travesía y aprende cómo Jesús escoge a sus discípulos no por lo que son, sino por lo que llegarán a ser gracias a Su poder e influencia.

El Significado de ser un Discípulo

Hoy, en nuestra travesía por los evangelios, me gustaría pausar y tomar un tiempo para presentar a los primeros discípulos que empezaron a seguir al Señor. La palabra griega para discípulo (mathētēs) significa “alumno” o “estudiante”.

Era típico en los tiempos de Jesús que los discípulos siguieran a su maestro donde fuera. De hecho, la Mishná, que es una colección de comentarios y cultura judía que se remontan a los días de Cristo, describía a estudiantes que con cuidado seguían tan de cerca a su maestro que se “cubrían con el polvo” de sus sandalias.[1]

En este punto de su ministerio, Jesús tiene ya cientos de seguidores. Algunos sinceros y muchos no. Y el Señor decide que es tiempo de que reúna consigo a un grupo cercano y pequeño y unido de discípulos.

Así que en Lucas capítulo 6, donde quiero enfocarme, versículo 12, leemos: “fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios” O sea, a Dios el Padre. Pero, Jesús no está preguntándole al Padre a quién debe escoger, Él comienza a orar por aquellos que va a escoger. Él ya sabe quiénes son; Él ya conoce todos sus defectos y debilidades; Él sabe a lo que se van a enfrentar; Él ya sabe sobre su futuro.

Principios sobre el Discipulado

Al examinar con detención a estos discípulos, quiero señalar aquí algunos principios. En primer lugar, Jesús escogió a sus discípulos, no porque él los necesitaba, sino porque ellos necesitaban de él.[2]

Y eso es cierto en cuanto a nosotros. Mira, Jesús no te necesita a ti ni tan poco a mí. Lo necesitamos a Él. Y la gloria de la gracia de Dios es que Él se deleita en incluirnos en Su Gran plan. De hecho, para eso es que nos creó. Pablo escribe en Efesios 2:10: “somos… creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano (eso es, antes de la creación) para que anduviésemos en ellas”.

¿Sabe que el Señor sigue eligiendo discípulos aún hoy? que reconocen que lo necesitan, que quieren conocerlo y aprender de Él, y cubrirse con el polvo de Sus sandalias por toda su vida.

Aquí tenemos otro principio clave: Jesús escogió a Sus discípulos, no debido a quiénes eran, sino por quiénes llegarían a ser.

El Apóstol Pedro

Comencemos al echarle un vistazo a la vida de Simón Pedro, sin duda el más famoso de los doce. Es notable que Su nombre se menciona en los Evangelios más que cualquier otro discípulo. Nadie va a hablar tanto como Pedro, y el Señor no habla tanto con alguien como lo hace con Pedro. Ningún discípulo es reprendido por el Señor tan a menudo como Pedro, y ningún otro discípulo sino Pedro se atrevió a reprender al Señor.[3]

y sabemos mucho acerca de sus fracasos, especialmente cuando salió de la barca durante la tormenta y caminó sobre el agua hacia Jesús, solo para empezar a hundirse cuando sintió duda y el temor (Mateo 14). pero, no se olvide que Pedro fue el único discípulo dispuesto a salir de la barca y tratar. 

El nombre “Pedro” es de hecho un apodo que le dio Jesús, un poco después de conocerse. “Pedro” en griego es “piedra” o “roca” o aún “piedrita.”[4] El Señor le puso este apodo a Simón, no porque fuera fuerte o muy firme como una roca, sino porque se convertiría en un hombre fuerte y firme.

La historia registra que después de décadas de un fiel ministerio, Pedro fue forzado a observar a su propia esposa ser crucificada. Y cuando llegó el turno de que él muriera, crucificado, él pidió que lo crucificaran cabeza abajo, testificando que no era digno de morir como su Señor Jesús en la cruz.[5]

El Apóstol Andrés

El siguiente discípulo mencionado por Lucas en el capítulo 6 es el hermano de Pedro, Andrés. Y Juan, en su evangelio nos dice que Andrés le presentó a Simón Pedro a Jesús (Juan 1:41-42). Pero Andrés pasó a un segundo plano poco después. De hecho, es interesante que a lo largo del Nuevo Testamento, muchos versículos que nombran a Andrés agregan el comentario de que su hermano era Pedro, como si eso le diera su fama. Y tenga en cuenta que, a pesar de estar a la sombra de su famoso hermano, cuando se lo menciona en la Biblia, Andrés está siempre trayendo personas a Jesús.

¡Qué gran ministerio! De hecho, según el historiador Eusebio, Andrés abrió el camino del evangelio siendo un misionero en lo que hoy conocemos como Rusia, antes de ser martirizado por su fe.

Fuentes históricas registran que Andrés condujo a Cristo, a la esposa de un poderoso político del Imperio Romano. Y Este político estaba tan enfurecido por la conversión de su esposa al cristianismo que demandó que se retractara. Ella se negó, y él tomó represalias arrestando a Andrés y ejecutándolo.[6]

Déjeme darle un tercer principio a tener en cuenta aquí: Jesús escogió a los discípulos, no por lo que ellos ya sabían, sino por su disposición a aprender.

 Los Apóstoles Jacobo y Juan

Y entre esos Doce, el Señor escoge, ahora, a otro grupo de hermanos biológicos: Jacobo y Juan. ¡Y vaya que tienen mucho que aprender! Jacobo es el mayor de los dos, pero nunca aparece en una escena bíblica sin su hermano menor Juan. De hecho, ya que muy seguido en la Biblia, Jacobo y Juan aparecen juntos, permítanme presentarlos juntos.

Jacobo y Juan son los hijos de Zebedeo. Este era un hombre de cierta influencia. Probablemente era el dueño de un negocio familiar de pesca, que también incluía, a todo esto, a Pedro y Andrés. Trabajaban juntos en este negocio pesquero. Incluso hay evidencia en unos documentos antiguos de que Zebedeo era un levita, relacionado con la familia del sumo sacerdote.[7]

Y quiero señalar eso, porque cuando Jacobo y Juan dejan su negocio no solo abandonan una fortuna, sino que abandonan también la buena posición que ellos tenían en el mundo religioso. El sumo sacerdote y el sacerdocio va a odiar a Jesús, y también a todos aquellos que lo siguen.

Estos hermanos llegan a ser cercanos a Jesús. De hecho, Pedro, Jacobo y Juan van a formar el círculo íntimo de los discípulos de Jesús, y va a invitarlos a presenciar eventos que los otros discípulos no van a ver. Ahora, El problema es que esto parece subírseles a la cabeza y eventualmente van a discutir sobre cuál de ellos es el más importante.

Estos hermanos eran ambiciosos y también algo despiadados (véase Lucas 9:54). En Marcos leemos, en el capítulo 3, versículo 17, que Jesús les pone el apodo “Hijos del Trueno” (Marcos 3:17). Y le digo que eso no era necesariamente un cumplido.

Pero aprendieron bien del Señor. Su ardiente y apasionada disposición será moldeada en una gran paciencia, y ellos van a negarse a rendirse o retroceder, pero en amor. Jacobo, de hecho, se convertirá en el primer discípulo martirizado.

En contraste, su hermano Juan será el último de los doce discípulos en morir. Él va a llegar hasta la vejez. Juan, luego, va a escribir el Evangelio de Juan. Va a escribir las cartas 1, 2 y 3 Juan, y escribirá el libro de Apocalipsis.

Con noventa años recibe ese tour del cielo y escribe apocalipsis. Lo describe mientras recuerda ese coro glorioso de las enormes huestes del cielo, la casa del Padre de oro transparente y el majestuoso trono de Dios. ¿Y sabes lo que falta? Su vieja ambición de ser el primero, el más grande en el reino. Su ardiente impaciencia con los incrédulos terminó. Una vez pidió que cayera fuego sobre un pueblo que rechazó a Jesús y eso se acabó.

De hecho, Juan se ganará un apodo con los años, y su apodo será el Apóstol del Amor. De “hijo del trueno” al “apostol del amor”. Y eso es porque Juan escribirá más que cualquier otro autor del Nuevo Testamento sobre el tema del amor.

El amor se convirtió en el tema dominante de un hombre que antes quiso que Jesús llamara fuego del cielo y quemara esas personas. Él es el apóstol que registra esas preciosas palabras en Juan 3:16: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”.

El discípulo que antes en su vida quiso incinerar a los incrédulos, aquel que quería ser el mayor en el reino, ahora es amoroso,  cariñoso, lleno de gracia y amor que no quiere que nadie perezca, sino que conozcan el amor de Dios.

Jacobo y Juan, junto con Pedro y Andrés, aprendieron bien ¿o no?; se cubrieron bien del polvo de su gran Maestro. Jesús no los escogió por lo mucho que sabían, sino porque estaban listos para aprender.

 

[1] Mishná, Avot 1:4.

[2] Darrel L. Bock, Luke 1:1–9:50, Baker Exegetical Commentary on the New Testament (Baker, 1994), 447

[3] John MacArthur, Twelve Ordinary Men (Doce hombres comunes y corrientes ) (W Publishing Group, 2002), 39.

[4] Bruce B. Barton, Dave Veerman y Linda K. Taylor, Life Application Bible Commentary: Luke (Tyndale, 1997), 146.

[5] Las tradiciones concernientes a los discípulos en los años que siguieron al ministerio terrenal de Jesús se resumen en William Steuart McBirnie, The Search for the Twelve Apostles (Living Books, 1973) y MacArthur, Twelve Ordinary Men.

[6] Ibíd., 74.

[7] Ibíd., 78.