Lección Travesía Bíblica

Navegando por los Evangelios

Lección 383: La Felicidad es Pureza y Pacificación

Pasajes Bíblicos Estudiados:Mateo 5:7-9.

Sumérgete en el fascinante Sermón del Monte, donde Jesús desafía las convenciones sobre la verdadera felicidad. En un mundo obsesionado con la riqueza y el poder, Él revela un camino radicalmente diferente hacia la dicha interior.

Bienaventurados los Misericordiosos

Jesús ha comenzado a predicar Su famoso Sermón que llamamos el Sermón del Monte. Él pone cabeza abajo el camino convencional a la felicidad. El mundo dice: “La felicidad se basa en lo que sucede en tu vida”, pero Jesús va a decir: “No, la verdadera felicidad se basa en lo que hay adentro tuyo”. El mundo dice: “La felicidad está en la riqueza”. Pero Jesús va a decir: “No, La felicidad está en la sabiduría”.

Así, Él continúa entregando más de estos sorprendentes principios sobre la felicidad aquí en Mateo 5. En el versículo 7, Jesús dice: “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia”.

No lo malinterprete. Jesús no dice: “Si muestras misericordia, recibirás misericordia a cambio”. Quizás te has dado cuenta ya de que eso no sucede todo el tiempo ¿o sí? De hecho, si fuera cierto, el Hombre más misericordioso en todo el planeta, Jesús, nunca habría sido crucificado en esa antigua cruz.

Jesús no está diciendo: “Si muestras misericordia a los demás, te ganarás la misericordia a cambio de Dios”. Si tu aún no has creído en Cristo, ser misericordioso con otros no te va a llevar al cielo.

Lo que Jesús está diciendo es esto: “Ya que has recibido la misericordia de Dios, ahora demuestra ese espíritu misericordioso a otras personas”.

¿Quieres felicidad? Se misericordioso. Hay misericordia en el perdón. Hay misericordia cuando no nos enojamos con el que se lo merece y reusamos vengarnos. Misericordia es la imitación de Jesucristo, que en Su misericordia nos salvó. Me gusta la forma en que un autor lo expresó: “Misericordia es prestar atención a los que están en la miseria”.[1]

Cuando viajaba a la India, siempre me conmovían las multitudes de pobres que consideraban, y los llamaban intocables. Eran la casta más baja en la cultura hindú. Niños pequeños y sucios persiguiéndonos, mendigando centavos; Recuerdo ver mujeres mendigando en las esquinas con bebés en sus caderas: sus vidas llenas de sufrimiento y enormes dificultades.

Su religión enseñaba que se habían reencarnado como intocables debido a una vida anterior de crueldad o maldad; entonces, merecían sufrir en esta vida. No había misericordia para ellos.

Recuerdo que en una visita a la India, conocí a una cristiana que iba entre esta gente pobre, invitando a sus pequeñas hijas a su escuelita y dándoles uniformes limpios. Usaba un baño público como salón de clases; Llegaba temprano para limpiar bien los pisos y luego traía a las niñas y las sentaba en filas ordenadas cada día y les enseñaba con tanto amor. ¿Sabes qué? Ella estaba genuinamente feliz mientras demostraba la misericordia de Cristo.

Bienaventurados los Limpios de Corazón

Continuando, Jesús entrega otro paso hacia la felicidad en el versículo 8: “Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios”.

Al leer eso quizás pienses: “Bueno, entonces nunca seré feliz, ni veré a Dios algún día, porque mi corazón ciertamente no es puro”.

Cuando estudias las Escrituras, descubres que hay pureza posicional y una pureza práctica. La pureza posicional es la obra de Dios. Es lo que Dios hace por el cristiano. La pureza práctica es la obra del cristiano. Es lo que hacemos para Dios.

La pureza posicional es otro término para salvación o justificación. Por fe en Cristo solamente, eres justificado, declarado puro por Su obra expiatoria (Romanos 3:23-24). Francamente, la pureza posicional es el lado fácil de la ecuación. Y eso es porque Dios hace trabajo (Efesios 2:8-9).

La pureza práctica es nuestra parte, es nuestra responsabilidad. La palabra griega usada por el Señor aquí en este texto para “puro” es la palabra kataros, y se refiere a integridad.

David oró por esto en el Salmo 51:10, y dijo: “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio”.  Y te aseguro que cuando dependes del Espíritu de Dios mientras buscas una vida de integridad, verás a Dios obrar en tu vida. Verás a Dios más claramente obrando en el mundo que te rodea.

 Recuerdo haber leído sobre un telescopio especial que sería lanzado al espacio. Estaba equipado para ver objetos a unos 7 billones de años luz de distancia. Mientras orbitaba el planeta, estaría enviando varias imágenes, fotografías a la Tierra.

Pero hubo retrasos, y los lentes de ese telescopio debían mantenerse seguros mientras se completaba el proyecto. Los retrasos se extenderían por unos siete años. Todo ese tiempo, estos lentes se guardaron en unas instalaciones estériles, limpias a la perfección allí en Sunnyvale, California. Y costó 8 millones de dólares al mes. ¡Y tu pensabas que pagabas mucho de alquiler!

Estos científicos entendieron claramente que la mejor manera de ver los cielos era con un lente limpio.

Bueno, eso es lo que Jesús dice aquí. ¿Quieres ver la mano de Dios obrar, lo que te traerá verdadera felicidad? Mantén tu corazón limpio confesando cada pecado todos los días.

Bienaventurados los Pacificadores

Jesús continúa en el versículo 9 diciendo: “Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios”. Por cierto, Él no dice: “Bienaventurados los pacíficos”, sino “Bienaventurados los pacificadores”.

El Señor usa una palabra compuesta para “pacificadores”. Se refiere a personas que activamente negocian la paz.[2] Y cuando hacemos eso, el mundo reconoce que somos hijos de Dios. Se dan cuenta de que debemos tener un parentesco con Dios porque demostramos el corazón de Dios al traer paz a nuestro mundo.

Si lo piensas, la cruz de Jesucristo es el mayor ejemplo de ser un pacificador que existe, porque le costó la vida al Pacificador. Pablo escribe en Colosenses 1:20 que Jesucristo hizo la paz por la sangre de Su cruz.

Escuche, cada vez que comparte el evangelio de Jesucristo con alguien, está siendo un pacificador entregando el gran mensaje del gran pacificador. El mundo se encuentra en serios problemas en este mismo momento, aunque muchos no se dan cuenta. El mundo está en verdad en guerra con el Dios del cielo. Hemos sido asignados como embajadores de Cristo, para ofrecerle a nuestro mundo paz con Dios.

Eso es lo que el apóstol Pablo enfatizó en 2 Corintios capítulo 5, versículo 20, donde escribió esto:

Por tanto, somos embajadores de Cristo, como si Dios rogara por medio de nosotros; en nombre de Cristo os rogamos: ¡Reconciliaos con Dios! 

Cada año que enseño en el Seminario Teológico Shepherds, requiero que mis estudiantes de teología pastoral lean la biografía de Robert Chapman. Robert Chapman permaneció soltero toda su vida, y pastoreó la misma pequeña iglesia por décadas, en el siglo XIX en Inglaterra. Era un hombre profundamente respetado por su amor a Cristo y por otros. Aún Charles Spurgeon, el famoso pastor de esta misma región de Inglaterra, dijo que Robert Chapman era el hombre más piadoso que conocía.

Ahora, eso no significaba que todos querían al pastor Chapman. Un vendedor que vivía en esta misma área odiaba a Cristo y no quería saber nada con el evangelio que Chapman solía predicar al aire libre. Esto enfurecía a este hombre incrédulo. De hecho, en una ocasión, se acercó mientras Chapman predicaba al aire libre y lo escupió. Por años, el dueño de esta tienda lo atacaba verbalmente cada vez que podía y. Robert Chapman nunca tomó represalias.

Un día, algunos miembros adinerados de la familia de Robert vinieron a pasar unos días con él. Como Robert era soltero, decidieron encargarse de cocinar todo el tiempo que estuvieran allí. Ellos le preguntaron dónde había una tienda de comestibles. Chapman insistió en que fueran a esta tienda en particular para comprar. Entonces fueron, y después de comprar mucha comida, pidieron que la entregaran a la casa de Robert Chapman.

El vendedor estaba atónito. “Seguramente,” les dijo, “deben haber llegado a mi tienda por accidente.” “No”, respondieron, “el señor Chapman insistió en que viniéramos aquí”. Cuando el vendedor llegó con esta entrega a la casa de Champan y Chapman abrió la puerta, este vendedor rompió en llanto; su duro corazón se ablandó finalmente por los esfuerzos pacificadores de Robert Chapman. Y esa tarde, entregó su vida a Jesucristo.[3]

¿Y Robert Chapman? Bueno. En ese momento experimentó un poco de paz en la tierra, con este hombre por fin.

Eso es lo que significa ser un pacificador. No es siempre fácil, pero siempre es lo correcto. Y eso también va a demostrar tu conexión familiar con el Gran Pacificador, el Príncipe de Paz, el Señor.

 

[1] R. Kent Hughes, El Sermón del Monte (Crossway, 2001), pág. 46.

[2] Ibíd., 62.

[3] Robert L. Peterson y Alexander Strauch, Agape Leadership (Lewis & Roth Publishers, 1991), pág. 44.